Los leucocitos, también llamados células blancas sanguíneas, son las unidades móviles del sistema protector del organismo. Se forman en parte en la médula ósea (granulocitos
y monocitos y unos pocos linfocitos) y en parte en el tejido
linfático (linfocitos y células plasmáticas). Tras su formación,
son transportados en la sangre a diferentes partes del organismo donde son necesarios.
El valor real de los leucocitos es que la mayoría de ellos se
transportan específicamente a zonas de infección e inflamación intensas, lo que constituye una defensa rápida y potente
frente a los microorganismos infecciosos. Como veremos
más adelante, los granulocitos y los monocitos tienen una
especial capacidad para «buscar y destruir» un invasor
extraño.
Características generales de los leucocitos:
Tipos de leucocitos. Normalmente hay seis tipos de
leucocitos en la sangre. Son los neutrófilos polimorfonucleares, los eosinófilos polimorfonucleares, los basófilos polimorfonucleares, los monocitos, los linfocitos y, en ocasiones, las
células plasmáticas. Además hay un gran número de plaquetas, que son fragmentos de otro tipo de célula similar a los
leucocitos que se encuentra en la médula ósea, el megacariocito. Los primeros tres tipos de células, las células polimorfonucleares, tienen todas un aspecto granular, como se
muestra en las células número 7, 10 y 12 de la figura 33-1,
razón por la que se les llama granulocitos o, en la terminología clínica, «polis», por sus múltiples núcleos.
Los granulocitos y monocitos protegen el organismo
frente a los microorganismos invasores sobre todo ingiriéndolos, es decir, mediante fagocitosis. Los linfocitos y las células plasmáticas actúan sobre todo en conexión con el sistema
inmunitario; esto se expone en el capítulo 34. Finalmente, la
función de las plaquetas es en concreto activar el mecanismo
de coagulación de la sangre, que se expone en el capítulo 36.
Concentraciones de diferentes leucocitos en la
sangre. El ser hum ano adulto tiene unos 7.000 leucocitos por micro litro de sangre (comparado con 5 millones
de eritrocitos). Entre todos los leucocitos, los porcentajes
normales de los diferentes tipos son aproximadamente los
siguientes:
El cuerpo humano tiene la
capacidad de resistir casi todos
los tipos de microorganismos
y toxinas que tienden a lesionar los tejidos y órganos. Esta
capacidad se llama inmunidad.
Gran parte de ella es inmunidad adquirida que no aparece hasta que el cuerpo es atacado
por primera vez por una bacteria, un virus o una toxina, y
a menudo precisa semanas o meses para desarrollarse. Una
parte adicional de la inmunidad se debe a procesos generales
en lugar de a procesos dirigidos a microorganismos específicos. A esta se le llama inmunidad innata. Comprende lo
siguiente:
1. Fagocitosis de bacterias y otros invasores por los leucocitos y las células del sistema macrofágico tisular, como se
describió en el capítulo 33.
2. Destrucción de microorganismos ingeridos por las secreciones ácidas del estómago y las enzimas digestivas.
3. Resistencia de la piel a la invasión por microorganismos.
4. Presencia en la sangre de ciertos compuestos químicos
que se unen a microorganismos o toxinas extraños y los
destruyen. Algunos de estos compuestos son:
1) la Usozima, un polisacárido mucolítico que ataca a las bacterias
y las disuelve;
2) polipéptidos básicos, que reaccionan con
ciertos tipos de bacterias gram positivas y las inactivan;
3) el complejo del complemento que se describe después,
un sistema de unas 20 proteínas que puede activarse por
diversas vías para destruir las bacterias, y
4) los linfocitos
asesinos naturales que pueden reconocer y destruir células extrañas, células tumorales e incluso algunas células
infectadas.
Esta inmunidad innata hace al cuerpo humano resistente a enfermedades como algunas infecciones víricas
paralizantes de los animales, el cólera del cerdo, la peste
bovina y el moquillo, una enfermedad vírica que mata a
un gran porcentaje de los perros infectados. Por el contrario, muchos animales inferiores son resistentes o incluso
inmunes a muchas enfermedades humanas, como la poliomielitis, la parotiditis, el cólera hum ano, el sarampión y la
sífilis, que son muy lesivas o incluso mortales para los seres
humanos.
Una función importante de los eritrocitos, también conocidos como hematíes, es transportar hemoglobina, que a su vez
transporta oxígeno desde los pulmones a los tejidos. En algunos animales inferiores, la hemoglobina circula como una
proteína libre en el plasma, no encerrada en los eritrocitos.
Cuando está libre en el plasma del ser humano, alrededor del
3% se filtra por la membrana capilar hacia el espacio tisular
o a través de la membrana glomerular del riñón hacia el filtrado glomerular cada vez que la sangre pasa por los capilares. Luego, la hemoglobina debe permanecer dentro de los
eritrocitos para realizar con eficacia sus funciones en los
seres humanos.
Los eritrocitos tienen otras funciones además del transporte de la hemoglobina. Por ejemplo, contienen una gran
cantidad de anhidrasa carbónica, una enzima que cataliza
la reacción reversible entre el dióxido de carbono (C02) y el
agua para formar ácido carbónico (H2COs), aun entando la
velocidad de la reacción varios miles de veces. La rapidez de
esta reacción posibilita que el agua de la sangre transporte
enormes cantidades de CO, en forma de ion bicarbonato
(HC03_) desde los tejidos a los pulmones, donde se convierte en C02 y se expulsa a la atmósfera como un producto
de desecho del organismo. La hemoglobina de las células es
un excelente amortiguador ácido básico (igual que la mayoría
de las proteínas), de manera que los eritrocitos son responsables de la mayor parte del poder amortiguador ácido básico
de la sangre completa. Forma y tamaño de los eritrocitos. Los eritrocitos normales, que se muestran en la figura 32-3, son discos
bicóncavos que tienen un diámetro medio de unos 7,8 p,m
y un espesor de 2,5 p,m en su punto más grueso y de 1 |xm
o menos en el centro. El volumen medio del eritrocito es de
90-95 |xm3.
Las formas de los eritrocitos pueden cambiar mucho a
medida que las células son exprimidas a través de los capilares. En realidad, el eritrocito es una «bolsa» que puede
deformarse casi de cualquier forma. Además, debido a que la
célula normal tiene un gran exceso de membrana para la cantidad de material que tiene dentro, la deformación no estira
mucho la membrana y, en consecuencia, no rompe la célula,
como les ocurriría a otras muchas. Concentración de eritrocitos en la sangre. En
los varones sanos, el número medio de eritrocitos por milím etro cúbico es de 5.200.000 (±300.000); en las mujeres es
de 4.700.000 (±300.000). Las personas que viven en altitudes elevadas tienen más eritrocitos, como se comenta más
adelante.
Cantidad de hemoglobina en las células. Los eritrocitos tienen la capacidad de concentrar la hemoglobina
en el líquido celular hasta unos 34g por cada 100 mi de células. La concentración no aum enta por encima de este valor
porque este es el límite metabòlico del mecanismo formador de la hemoglobina en la célula. Además, en las personas normales el porcentaje de hemoglobina es casi siempre
cercano al máximo en cada célula. Pero cuando la formación
de hemoglobina es deficiente, el porcentaje de hemoglobina
en las células puede reducirse muy por debajo de este valor,
y el volumen del eritrocito puede también reducirse por la
m enor cantidad de hemoglobina que llena la célula.
FISIOLOGÍA DEL CORAZÓN El corazón es la bomba muscular que proporciona la energía necesaria para mover la sangre a través de los vasos sanguíneos (2). Tiene aproximadamente el mismo tamaño que el puño, pero no la misma forma.